sábado, 14 de abril de 2012


SEMANA 6
Al insistir en una reflexión frente a los interrogantes ¿Cuál es el nivel del impacto de la tecnología en nuestro entorno, y en nuestros espacios educativos? ¿Será un asunto instrumental? ¿Estamos hablando de cambios en la forma en la que se concibe el conocimiento? ¿En los medios con los que se aprende? ¿En la forma en la que se aprende? ¿Estamos hablando de cambios de fondo o sólo de forma?  ¿Qué tanto de esos cambios son posibilidades reales y qué tanto son posibilidades que corren el riesgo de no cumplirse?, quisiera señalar algunos asuntos que considero relevantes a fin de potenciar la discusión frente a estos elementos.

Nuestra sociedad esta regulada por la información que se presenta por diferentes medios, en los cuales, las imágenes, los textos y los discursos se despliegan con diversas formas y dinámicas para permitir la comunicación en contextos sociales. Allí, la tecnología se configura en una posibilidad para potenciar las percepciones y los saberes de manera diferente a lo que en otros momentos históricos era posible; hablamos de un fenómeno que posee unos principios y organización propia que como diría Castell es portadora de nuevos riesgos a la vez que de nuevas oportunidades para el desarrollo humano.

En esta dinámica, la comunicación se constituye en una de las posibilidades más importantes de lo tecnológico en la medida en que potencia las relaciones de los sujetos y su relación con el mundo y, en este contexto, como lo señala Martin Barbero, es necesario que la disciplina de la comunicación pase del estudio de los medios de comunicación al de las mediaciones que son transversales a los sujetos y determinan sus relaciones con la cultura.

Así, la tecnología ha llegado a convertirse en mediadora entre los sujetos, sus relaciones con el mundo y la cultura y a través de ellas se leen las formas como se ponen en circulación los mensajes y se les van otorgando distintos significados en lo social. 

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